domingo, 31 de marzo de 2013

Con disgustos así me daré a la anarquía...




           Si pudiese retroceder en el tiempo veintialgún años más...
           
Mil novecientos ochenta y algo

            —Y el rey de ese país era un viejecito bondadoso al que sus súbditos...
         Justo ahí, en el segundo párrafo del cuento que en ese momento me estaría leyendo mi progenitora (párrafo en el que se habla de los reyes, según la regla número tres del Manual para escribir cuentos (*), me quitaría el chupete, me colocaría el babero perfectamente centrado, retiraría de mi moflete derecho el mechón que ya en aquella época indicaba la rebeldía que años más tarde adquiriría mi pelo y le indicaría a mi progenitora:
            —Si por bondadoso entiendes un viejecito que encañona a Dumbo con una escopeta, que permite de buen grado que su hija se case con uno de los amigotes de Alí Babá y que guarda su tesoro lejos de sus tierras…
            Mi madre me habría dirigido una mirada cargada de helada disciplina y me habría dicho:
            —Hija, por Dios, no te me pongas republicana.
            Y yo, conociendo a la temprana edad de cuatro años lo bueno del silencio, habría cogido el chupete y habría pensado para mí :
            “Ya verás, ya, cuando leas El Mundo el 31 de marzo de 2013. Vas a flipar…”.

Don Juan dejó una herencia de más de mil millones de pesetas
Tenía 728 en 3 cuentas suizas, de los que el Rey heredó 375
Las infantas Margarita y Pilar recibieron 172 y 131 millones de pesetas
Los albaceas le aconsejaron no repatriarlos por 'imagen' (El Mundo)





(*) Manual para escribir cuentos:
(...)
            Regla tercera: Descripción de los reyes. Emplear adjetivos del tipo “afables, campechanos, honorables, misericordiosos, bonachones, tiernos, amables”, eludiendo el “entrañables”, adjetivo éste que ha caído recientemente en desgracia. 
           

Se hace notar que este Manual necesita un urgente proceso de adaptación a los tiempos actuales. Si los Hermanos Grimm levantasen la cabeza…






martes, 26 de marzo de 2013

Ser periodista es lo que tiene


            Reglas de andar por casa para dar una noticia:

            —Elegir un personaje al tun-tun (Corinna ya está pillada, decidirse por otro).

            —Verlo en algún sitio, a él o a alguien que se le parezca. O que no se le parezca. O no verlo directamente.

            —Contarlo.

            —Y ya está.



                       
Tuit de Jordi González: “Corinna en un Duty Free de Barajas. Sola #muyentrañable”

Explicación que ofrece el periodista a Vanitatis.com: “Yo estaba en la Terminal 4 y me llamó la atención una señora con buena pinta y gafas de sol que podía ser perfectamente ella (o no, que mujeres con buena pinta hay al menos cuatro o cinco en España; si ya pensamos a nivel mundial, igual llegan a las veinte). Estaba en el Duty Free, en la zona de los licores (¿esto es una indirecta?). Yo no la conozco personalmente y si me preguntas si lo podría garantizar cien por cien  te diría que no, aunque sí en un proporción muy alta (forma guay de decir: puede que sí, puede que no, ni que yo fuese adivino, hombreya)”.


domingo, 24 de marzo de 2013

De sanluises y otros premios



            Hace veintialgún años más asistí a mi primera gran decepción, al hecho que me abrió los ojos a lo que en lo sucesivo sería una realidad tan cruel como frecuente, al acontecimiento que marcó el final de mi infancia, al suceso que transformó mi crédula visión del mundo en una desconfianza de lo más chunga.
            —Y el premio “más bonito que un san luis” al niño más limpio es para… —la monitora del campamento guardó silencio un par de segundos y lo soltó—: ¡Daniel! —¿cómo? ¡Venga ya!
¿¿¿Daniel???
Miré a mi alrededor esperando que se elevasen voces de “¡tongotongosupertooooongo!” y el cielo cayese sobre nuestras cabezas por tamaña injusticia pero no sucedió nada. Daniel sonrió, apartó la silla en la que se sentaba y avanzó a recoger su premio, mientras su tienda llena de mugre, sus calcetines apestosos y sus tirones de trenzas a niñas que rozaban la santidad por su comportamiento pasaban desapercibidos.
Sólo tenía siete años pero soy una chica lista y aprendí la lección: los premios no son de fiar.
            Luego vinieron el Oscar a la mejor actriz reparto de Marisa Tomei (todo el mundo sabe que el presentador se equivocó de sobre en la lectura pero la ceremonia siguió y nadie tuvo valor de rectificar, que Marisa es simpática y se notó que le hizo mucha ilusión), el Nobel de la Paz a Obama (aunque su forma de afrontar los problemillas sea más parecida a la del Capitán Trueno que a la de Gandhi), o el primer puesto en Gran Hermano 1 de Ismael (entre nosotros, hace un par de meses casi me atropella…, y no diré más) (pero no me pilló porque era presuntamente incapaz de mantener el volante derecho…) (y no diré más) (pero que conste que he escrito presuntamente, y en negrita).
            Y cuando pienso que estoy preparada para todo, que los años me han hecho más fuerte y que mi capacidad de asombro está cayendo en picado, me entero de que Juan Ramón Lucas lleva conduciendo sin puntos en el carnet desde 2010 y justo ese año le concedieron a su programa de radio el Premio Periodístico de Seguridad Vial. A pesar de mi experiencia previa en sanluises, óscares y  nóbeles me he quedado flipada: ¿con qué cara se recoge un premio tan... contradictorio con la propia personalidad?
            Total, que no doy crédito…
           
(*) No hablo del Oscar de este año a Jennifer Lawrence en vez de a Jessica Chastain porque Jenni iba muy mona, me cae guay y estoy convencida de que la CIA estuvo detrás…

           
            


jueves, 21 de marzo de 2013

De esos días en los que me vuelvo profunda


Hoy me ha dado por pensar.
No, no te asustes, no pienso hacer de ello una costumbre. La culpa la ha tenido mi vecina de arriba, una chica de las intensas, de las que tienen una vida interior impresionante y una profundidad de ésas que dejan sin respiración, capaz de frases como “Yo sólo compro CD´s en los festivales, que los de El Corte Inglés son taaaaaaaan comerciales, ¿no crees?".
Venía cargada con un bulto enorme y varias bolsas de Opencor. Le sujeté la puerta del ascensor y subimos juntas.
—¿Qué tal? —pregunté por preguntar.
—Agotada, la cultura pesa —y se echó a reír.
—Sí —por decir algo…
—Es una lámina maravillosa, de las que elevan el alma y te hacen ver lo pobre de tu existencia —continuó, con los ojos iluminados de sabiduría reservada a unos pocos.
—Ahá —uf.
—¡Claro que te la enseño! —continuó. En este punto pensarás que me he saltado un par de guiones de la conversación: puedes estar seguro de que no. Igual “ahá” para la gente trascendente significa “¿puedo verlo?, ¿puedo verlo?, ¿puedo verlo?, ¿puedo verlo?, ¿puedo verlo?... —. Es una obra de un misticismo extremo; la compré  en la exposición del Hermitage en El Prado y…
Dejé de escuchar y traté de captar lo místico de un cuadrado negro:


No pude, fui totalmente incapaz de ver algo más que un cuadrado negro. Pero negro negro. Nada de grises, o de topitos blancos. Negro.

Al llegar a casa entré en Google: seré poco profunda pero la intriga me puede: ¿quién es capaz de convencer a la peña de que un cuadrado negro es arte? Tardé poco en encontrarlo: Kazimir Malevich.
Tipo listo este Kazi. Pasé un rato reflexionando sobre si tal vez había sido un caso de soborno colectivo o quizás cuando presentó semejante tomadura de pelo a los pasantes de arte, críticos y público, invitó a unos porritos y la gente salió flipando y cantando alabanzas a grito pelado.
Aguanté al menos diez minutos concentradísima en las profundidades pero empecé a sentir una horrible sensación de ahogo y tuve que subir a la superficie a respirar. 


No será arte pero, ¿vas a negar que es mucho más guay que un cuadrado negro? Mira que lo otro es un cuadrado negro… Un cuadrado de los de toda la vida pintado de negro sin más y sólo elevará tu alma si perteneces a esa estirpe agraciada por los dioses con una sensibilidad que roza lo extraterrestre, capaces de ver soledad, tristeza y no sé que más en un cuadrado negro. Porque no sé si te ha quedado claro que el cuadro del que te hablo es un cuadrado negro…



Yo me quedo en la superficie, que aquí al menos hace más fresquito.




lunes, 18 de marzo de 2013

Cuando me da por pensar

         

                Iba a escribir una entrada sobre el Día del Padre, que si no lo hago me siento una hija de lo más chunga que tiene blog y ni menciona a su padre en un día así, pero la verdad es que mi padre es guay-tirando-a-superguay y eso a nivel bloguero no vende.

            De modo que mejor te cuento el último cotilleo del presi-por-ahora de los venezolanos: Nicolás Maduro. ¡Es un tipo increíble! Ya sabes que dijo que estaba clarísimo que los americanos estaban detrás de la enfermedad de Chávez (no seré yo quien lo ponga en duda, que la CIA es mucha CIA; mira lo que ha hecho con los McDonald) y que a su vez, Chávez estaba detrás de la elección del nuevo Papa (había guiado a Dios, quien a su vez había guiado al Espíritu Santo, que guio a los cardenales que eligieron al Papa argentino, lo que viene bien a los venezolanos) (ni idea de porqué, imagino que será por el idioma: un padrenuestro en español será mejor para un venezolano que un padrenuestro en ruso, por ejemplo, pero no me hagas mucho caso que en cuestiones espirituales me pierdo…, yo soy más de Vogue).
Creerás que esto es difícilmente superable, que este hombre es un genio y que debería tener un blog. Ea, pues se ha superado: ¡ha dicho que hay una conspiración de la CIA para asesinar a su oponente político con la intención de echarle la culpa a él!
¡Madredediós, qué pasada!
¿Y ahora qué?
Dos opciones:
La primera: alguien se lía la manta a la cabeza y mata al oponente. Nadie sospechará de nuestro hombre (aunque sería el principal beneficiado a nivel político) (al menos para una adicta a la intriga como yo), que se ha creado una coartada de lo más sólida denunciando el asesinato antes de que se cometa, coartada ante la que Horatio Caine se quitaría las gafas de sol e inclinaría la cabeza en un gesto de franco reconocimiento y humilde derrota.
La segunda: no lo matan. Nuestro hombre argumentará que le ha salvado la vida descubriendo el pastel de antemano. ¿Y quién puede negarlo?

Y yo digo: lo de este hombre es sobrehumano.
Esa capacidad de deducción, ese adelantarse a los problemas, ese saber lo que hace Dios…
Oh...
¡Oh!
¡Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!
¡Madre mía, este hombre es de la CIA!



                       
           
            

domingo, 17 de marzo de 2013

Lo último de la CIA


            Tengo que contarte una cosa que te va a dejar alucinado. Va a remover los pilares de tu vida y puede que después de esto comiences a plantearte si el cielo sigue sobre tu cabeza y el infierno bajo tus pies o también eso ha cambiado y no te has enterado.
            ¿Cómo lo han hecho sin que me percate? ¡Si soy una chica de lo más observadora! Sólo tengo una explicación lógica: ¡la CIA! En un primer momento cuando lo he visto esta mañana (y te aseguro que la impresión ha sido tan fuerte que he tenido que sentarme en un banco para calmarme) he pensado que estaba en una realidad paralela, ya sabes, en plan 1Q84 (o Dos Vidas en un instante, la peli esa tan guay de la Paltrow) (que por cierto ha perdido la cabeza diciendo que es malísimo comer carbohidratos, pero de esto te hablaré otro día)…, ¿por dónde iba?
            ¡Oh, sí! Vale, al principio he pensado que el CNI estaba detrás de este asunto pero luego… Ese modo de actuar sin que nadie diga nada, sin que se hable de ello en los telediarios, sin que se monten manifestaciones, pasando desapercibido hasta que era una realidad…
            ¡Madre mía, una operación de la CIA!
        Ya, sé que dirás que es raro que la CIA se ocupe de estas cosas pero yo que sé, son americanos… ¿No recuerdas que hace tiempo también prepararon una operación encubierta y se disfrazaron un montón de agentes rubios de los años setenta y montaron un grupo y todo? La Kelly Family, sí… Eso también fue raro…
            ¡Pero esto es alucinante! Ni lo de Bin Laden, ni lo de Argo, ni…, ninguna otra operación es equiparable a ésta.
¿Cómo han conseguido cambiar el color de todos los carteles del McDonald de la noche a la mañana sin que me entere?
¡Que ya no son rojos, son verdes!
¡Pero verdes verdes!
¡Verdes del todo!
            Ya te digo, sigo en estado de shock.



sábado, 16 de marzo de 2013

La promesa


            —Tienes altos niveles de plomo —declaró el hombre joven con gesto serio y preocupado—, lo que justifica tu estado actual de debilidad y los dolores que padeces —dejó las hojas que había leído en la mesa y cruzó los brazos sobre su cuerpo—. ¿Qué vas a hacer?
            El hombre viejo se pasó la mano por los cabellos y negó con la cabeza.
            —¿Nada? —el joven se levantó—. ¡Tío Jorge, tienes que ir a la policía! —comenzó a caminar por su consulta—. ¡Te está envenenando! ¡Esa cualquiera te va a matar, no lo entiendes?
            El viejo se reclinó en la silla. Estaba cansado, extremadamente cansado.
            —De acuerdo, lo haré yo —el joven doctor volvió a sentarse y buscó el teléfono entre la maraña de papeles que ocupaban su mesa—. Esto es de locos…
            El viejo cerró los ojos y lo maldijo en silencio. ¿Por qué no lo dejaba estar? ¡Maldita sea!
            —¿Policía?... Sí, quería hacer… —guardó silencio. Se giró y sus ojos tropezaron con los de un loco; soltó el teléfono y se llevó la mano a la garganta. Algo caliente se deslizó entre sus dedos. Las piernas no aguantaban y se derrumbaron sobre la moqueta, llevándoselo a él detrás. Y la sangre escapó a borbotones de su cuerpo, por los agujeros que el viejo iba cavando con un abrecartas.
            El viejo sacó el abrecartas de su costado y se desplomó en el suelo junto a él. Estaba a punto de perder la conciencia pero antes tenía que escribir la carta. Se levantó, respirando trabajosamente, y alcanzó un folio de la mesa. Se dejó caer en el suelo, buscó un bolígrafo en sus bolsillos y comenzó a escribir.
           
* * *

            —¿Qué tenemos? —el inspector de policía entra en la habitación y se dirige a la forense.
         —Dos fallecidos. Hombre joven, unos treinta años, 16 heridas de arma blanca, en principio parece que con ese abrecartas—y señala el objeto que un agente ha metido en una bolsa de plástico y ha dejado sobre la mesa—. Ésta es su consulta, era médico. —La forense señala con la cabeza el segundo cuerpo—. Anciano de unos ochenta años, aparente suicidio.
            El inspector la mira con sorpresa.
            —Hay una carta —le dice la forense.

             "La ambición humana no conoce límites: él me ha matado. 
El amor tampoco conoce límites: yo lo mato a él.
            Jorge."

            —No comprendo…
            Un agente se acerca al inspector.
         —Hemos encontrado unos análisis recientes en los que se indica que el viejo estaba siendo envenenado con plomo. La carta parece indicar que el sobrino era el culpable…

* * *

            Antes de morir, el viejo pensó en ella. Diez años juntos soñando que lo amaba. Quedaba tan poco para el final, era tan anciano…
¿Por qué no pudo esperar?
            Maldita sea…
            Ahora su sobrino le arrebataba la vida con esos análisis.
¡No quería saber!
            
          Él prometió que siempre cuidaría de ella, nunca dejaría que le sucediese nada malo. Se lo prometió un día de sol en Venecia, embriagado por el champán y su sonrisa.
            Y él era un caballero: nunca dejó una promesa sin cumplir…






viernes, 15 de marzo de 2013

No puedo con la vida


     Pasos a seguir para publicar una novela:

     1.- Presentar un programa, a poder ser de cotilleos. Se aconseja ver Sálvame o Ana Rosa para hacerse una idea de la situación.

     2.- Esperar a que una editorial de prestigio se ponga en contacto con usted.

     3.- Escribirla. No se preocupe por este punto: llegados aquí la novela se escribirá sola.

    
      "Tras el éxito que han conseguido María Teresa Campos y Jorge Javier Vázquez con sus respectivas obras, Jaime Cantizano también se lanzará en unos meses a la aventura editorial. “El año pasado por estas fechas, Pl… me ofreció la oportunidad. Dije que no porque quería tener más tiempo para mí, pero ahora creo que me tendré que poner a ello. Será una novela” (Vanitatis.com)     

      En ocasiones no puedo con la vida.

jueves, 14 de marzo de 2013

De mí


         Estoy despierta, no es un sueño. La gente corre aterrorizada y yo los sigo. No sé de qué huimos. Es de noche, la luna ilumina el asfalto. Oigo los gritos, las alarmas de los coches, los cristales rompiéndose,  mi respiración agitada.
            Miro atrás y no queda nadie, soy la última en esta carrera sin sentido. Estoy agotada pero no puedo parar, no quiero quedarme sola. Las luces de las farolas alumbran las calles adyacentes, desiertas. Todos escapamos de quien nos persigue.
            Un niño se ha caído y su madre tira de él. Si acelero la carrera, los alcanzaré y podré correr con ellos. Cierro los ojos y le pido más a mis piernas; cuando los abro, los intuyo mezclados con la multitud que se precipita hacia…, ¿dónde? No lo sé, sólo huimos.
            Intento recordar qué ha sucedido: nada, en mi mente sólo hay vacío.
            Llamo a los más rezagados, les pido que me esperen, me asusta ser la última. No me escuchan, ni tan siquiera se giran.
            Necesito detenerme un instante, sólo un segundo para recuperar el aliento. Miro a mis espaldas y no lo veo; quien sea que nos persigue está lejos. Me acerco a la acera y me apoyo en el cristal de una tienda. Inspiro profundo y trato de calmarme…
            Me muero de sed. Observo el interior de la tienda y veo una sombra reflejada en el escaparate.
            ¡Está aquí, justo detrás de mí!
            El monstruo…
            Me observa, muy cerca. Veo como trata de suavizar su respiración. ¡Dios mío, no tiene nariz! Sólo dos agujeros hediondos sobre una boca repulsiva. Los ojos inyectados en sangre se juntan bajo una frente abombada con cicatrices y cubierta de pelo gris.
No me atrevo a moverme. El corazón acelerado intenta escapar de mi cuerpo. Levanto el brazo y me lo acerco al costado sin dejar de observar al monstruo.
Él también levanta un brazo cubierto de harapos y pega una mano enorme a su pecho.
Nos observamos. Es grande, unos tres metros. A pesar del tamaño hay algo en su mirada que no encaja…
Ahora me busco en el reflejo del cristal. Veo un coche, un buzón de correos, el monstruo…, pero yo no me encuentro.
¡Estoy justo aquí, delante de esta bestia! Levanto de nuevo el brazo y me toco una mejilla. Y el monstruo levanta también el brazo y apoya la mano en la piel ensangrentada de su rostro.
Retiro los ojos del cristal y miro atrás. Y no hay nadie. ¡Nadie!
De pronto los recuerdos vuelven a mi cabeza.
¡No!, grito tan fuerte que mi voz se quiebra y se transforma en un alarido.
¡No!
Ya sé de qué huyen.
De mí.


miércoles, 13 de marzo de 2013

¿Desde cuándo soy una paria social?


            Estoy mosqueada: en los últimos días parece que no tengo derecho a vivir. ¿Pero qué está pasando? ¿Cuándo dejé de ser una joven prometedora y pasé a ser una paria social?
            
           Mi primer hándicap es la ausencia de hijos. Ni tres, ni dos, ni uno. Cero hijos, cuestión ésta que trae a mi madre por la calle de la amargura (sólo la ausencia de novio supera su preocupación por éste asunto) y que a algunos individuos les da derecho a decidir que no tengo derechos que son… ¡casi inherentes a la persona!
Esta tarde he ido a comprar regalitos para mis sobrinos (porque de eso sí que tengo, y en un número en continuo in crescendo) y en cierta tienda (no, no trates de sonsacarme, no diré su nombre) me han ido a hacer una tarjeta de cliente con la que iba a tener un montón de descuentos.
            —… y podrás acumular puntos y cuando… —me ha dicho la chica, con los ojos iluminados de generosidad.
            —¡Guay! —la he interrumpido. No necesitaba escuchar más, ¡me encanta acumular puntos, es uno de los mejores inventos del mundo!
            —¿Cuántos hijos tienes? —me ha preguntado, tecleando en el ordenador de caja.
            —Ninguno —¡tarjeta de puntos, bien!
            —Oh, lo siento, entonces no puedo hacerte la tarjeta —y me ha dirigido una mirada de franca desaprobación.
            Ni la reclamación que he puesto (que merecería ganar el premio Pulitzer, créeme) (o el Nobel de literatura) me ha quitado el disgusto.
            Luego está el asuntillo ese de que si me despiden y no puedo pagar la hipoteca, como no tengo hijos no podré acceder a un alquiler social. Te confiaré una cosa: esto me preocupa menos, porque vivo de alquiler y he decidido que cuando no pueda con él iré al programa de Ana Rosa. A tomar viento.
           
Segundo hándicap: no soy lo suficientemente joven ni lo suficientemente vieja.
            Sí, lo que lees. Cuando he llegado a casa he puesto las noticias y ha salido nuestro presi anunciando nuevas medidas para fomentar el empleo, pero no medidas para todos, no, éstas son especiales para los menores de 30 años y los mayores de 45. Ya, ya, ya… ¿Y con los que estamos en medio qué pasa? Porque tengo un leve de recuerdo de cierto artículo de la Constitución que decía que:
            Artículo 14
Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

¿No es una puñetera discriminación que por tener algún añillo más de los 30 pero no haber alcanzado los 45, no pueda tener acceso a la 'tarifa plana' en las cuotas a la Seguridad Social de 50 euros durante seis meses para emprendedores menores de 30 años, por ejemplo? ¿Qué quieren que haga, que me compre un carnet falso? ¿Qué no tenga necesidad de trabajar? ¿Qué me alimente del aire? ¿¿Están llamándome gorda?? ¿¿¿Qué pretenden???

Tercer hándicap: en estos momentos no recuerdo el tercer hándicap. Cuando estaba bebiendo la primera copa de vino lo tenía clarísimo, pero no sé en qué momento lo he olvidado… Creo que ha sido entre la tercera y la cuarta copa. No importa, cuando lo recuerde te lo contaré, aunque estoy segura de que lo que ya he escrito te ha puesto los pelos de punta y ha hecho que grites “no hay derecho” (sobre todo lo de la tarjeta de puntos) (¡es que no hay derecho!).