Y cuando todo se desmorona yo renazco, aunque no haya
cenizas, sólo lágrimas que riegan mi rostro y caen sobre mi falda. El negro de
la tela es más oscuro ahí donde reposa mi dolor. Lo toco y noto la humedad. Y
me seco la cara con rabia.
Miro por
la ventana.
Lo
decido.
Y sonrío
sin que mis ojos se percaten. Porque al fin todo se ha desmoronado
y todo vuelve a comenzar.
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